El ex policía estaba nervioso. Temblaba. Salió de la fila de detenidos que esperaba la cena y pateó el tacho con comida que sostenía el guardiacárcel Juan Carlos Medrano. No lo pudo voltear. Insistió hasta que lo logró. El celador gritó “¡motín!”. En segundos, una horda de guardias entró a golpear brutalmente a los reclusos. Así se originó, según dos testigos, el simulacro de levantamiento que habría disfrazado el asesinato de José Cayetano Torrente, en el penal de Villa Urquiza, el 26 de mayo de 1976.
Los testimonios de ex presos políticos se dieron durante la sexta audiencia de la megacausa “Villa Urquiza” que se sustancia en el Tribunal Oral Federal (TOF). También relataron los hechos que rodearon el crimen de otro detenido, el reconocido dirigente y estudiante Juan Carlos Suter.
Sangre y jeringa
“Nos sacaron a gomazos (por los golpes de cachiporras) del pabellón. En el patio de recreo siguió la persecución. Vi compañeros que se cayeron y guardias que no los dejaban levantarse. Nos pusieron contra un paredón e hicieron un recuento, previa golpiza. Faltaban compañeros”, describió Benito Moya (detenido entre julio de 1975 y junio de 1981). Recordó que el comentario que hicieron rodar fue que Torrente, uno de los que no estaba, se había fugado. “Un compañero, que lo conocíamos como J.P Soria, quedó adentro (del pabellón) de encauzados. Por él llegó la versión del asesinato. Contó que escuchaba cómo la sangre le brotaba (a Torrente) porque lo habían degollado”, precisó. De acuerdo con el requerimiento de elevación a juicio, habría sido apuñalado en reiteradas ocasiones.
Ricardo Roodschild (detenido en noviembre de 1975) hacía fila detrás de Córdoba antes de los incidentes. “Cuando salimos, después de que gritaron motín, Torrente iba corriendo cerca de mi. García (hay un imputado llamado Pedro García) le dijo: ‘vos no, te quedás a un costado’. Cuando nos hacen volver al pabellón, estaba todo revuelto y había sangre en el piso. Estuvo todo preparado”, detalló.
Después de la muerte de Torrente, subrayó que fueron trasladados al llamado “pabellón de la muerte”, donde se recrudecieron las condiciones de vida, que ya eran pésimas, según recordó.
La víctima brindó detalles luego del asesinato de Suter, que ocurrió allí. Manifestó que el 8 de julio de 1976 ocurrió un hecho llamativo. “Abrieron las celdas. Estaba el cabo Carrizo (mencionado en la mayoría de los testimonios como uno de los líderes de la ‘patota’ de guardias) con una chaqueta blanca y una jeringa. Forcejamos y desistió. Al otro día, Suter me comenta que no se sentía bien. Ese día nos dieron locro, porque era 9. Pensaba que le había caído mal. A la hora lo sacaron y nunca más volvió”, memoró. Al ser consultado por el fiscal Patricio Rovira sobre si a Suter le habían colocado la vacuna aseguró que sospecha que sí y que creía que el contenido era aire y agua.
Tanto Moya como Roodschild coincidieron en que en el penal sufrieron golpizas, ataques con perros, maltrato psicológico y mala alimentación. Consignaron que distinguían a los celadores más “golpeadores”. Moya mencionó a Valenzuela, Gerez, Audes y Medrano. Coinciden con los apellidos de imputados Héctor Valenzuela, José Gerez (fue separado del proceso por problemas de salud), Ángel Audes, y Juan Carlos Medrano. Roodschild, por su parte, a Gordillo, Audes y “Quetupí” (para la Fiscalía era el apodo del acusado Daniel Álvarez).
Torrente había sido secuestrado, junto a tres de sus hermanas, de su casa el 9 de diciembre de 1975. Suter, militante peronista, había sido detenido ilegalmente el 3 de noviembre de 1975.
Los jueces Carlos Jiménez Montilla, Gabriel Casas y Juan Carlos Reynaga determinarán las presuntas responsabilidades de 10 ex guardias, un ex policía (Roberto “El Tuerto” Albornoz) y un ex militar (Jorge Lazarte) en los crímenes de lesa humanidad cometidos contra media centena de detenidos en la cárcel provincial entre 1975 y 1983. Es el décimo juicio de derechos humanos que se celebra en la provincia.